INNOVACIÓN EN CIUDADES
Economía Naranja: el desarrollo urbano desde la creatividad y el conocimiento

Las industrias culturales, artísticas y tecnológicas potencian las economías y, además, generan un impacto social que enriquece los valores identitarios de las poblaciones.

Tener una idea, aportarle creatividad y transformarla en un bien o servicio innovador. Esta es la idea detrás de la llamada Economía Naranja, el conjunto de industrias culturales basadas en el talento, el conocimiento y la propiedad intelectual. En un mundo que camina hacia la automatización de los trabajos, su desarrollo se asoma como el futuro de las ciudades. 

“Si los países de América Latina quieren alcanzar un crecimiento balanceado de sus economías e incrementar su competitividad en este ambiente de constante cambio, es vital que fomenten las industrias de la creatividad y del conocimiento”, sentencia el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), institución que lleva una década definiendo a la Economía Naranja o Creativa –son sinónimos– como “una oportunidad infinita”.

¿Y por qué el color naranja? La caracterización actual es de origen latinoamericano y representa la personalidad del sistema creativo, además de que “se lo suele asociar con la cultura y la identidad”. En ese sentido, el BID recuerda que en el Antiguo Egipto se usaban pigmentos naranjas para adornar las tumbas de los faraones o que incluso Dionisio, el dios griego del teatro, vestía con ese color. 

Un término amplio

El concepto se extendió tras la publicación del best seller “La Economía Creativa: cómo las personas hacen dinero de las ideas” (2001), de John Howkins. El autor estableció una conexión estrecha entre la creatividad y los negocios que, con el correr de los años, fue ahondada por múltiples organismos internacionales. 

“La relación entre economía y cultura suele abordarse con antagonismo, cuando en realidad son caras de una misma moneda. Es tal su correspondencia que la moneda en sí misma es una de las creaciones más maravillosas de ambas”, grafica el BID

La Organización de las Naciones Unidas para la Cultura, las Ciencias y la Educación (Unesco) sostiene que la Economía Naranja o Creativa es un motor de desarrollo cada vez más importante en América Latina y el Caribe. Destaca que contribuye en términos de valor agregado, exportaciones, empleo, inversiones y productividad. 

“Se define como el grupo de actividades a través de las cuales las ideas se transforman en bienes y servicios culturales y creativos, cuyo valor está o podría estar protegido por derechos de propiedad intelectual”, explica el organismo. También distingue tres principales grupos dentro del término: las actividades tradicionales y artísticas, la industria creativa y las acciones que brindan apoyo creativo a las primeras. 

Según un informe de la revista Forbes publicado en 2021, se destinan globalmente U$S 31.000 millones de activos a la inversión cultural sostenible y de impacto, y se prevé que la Economía Creativa representará el 10% de la actividad mundial en los próximos años. En la actualidad, ya genera más de 300 millones de empleos y las industrias creativas aportan más del 3% del Producto Bruto Global. 

Presentación del BID.

Ecosistemas creativos en las ciudades

“La Economía Naranja requiere del debido reconocimiento de los gobiernos por su importante aporte a la actividad económica, el desarrollo social inclusivo y el entendimiento de los pueblos. Para esto, es preciso desarrollar políticas públicas socioculturales que permitan al ecosistema creativo encontrarse en nuevos formatos y modelos de negocios para la recuperación, el crecimiento y la sostenibilidad a largo plazo del sector”, opina Claudia Guardia, experta en industrias creativas y cultura. 

¿Cuál es el rol de las ciudades en esta tarea? Aprovechando la concentración geográfica, la clave está en el fomento de aquellos ecosistemas creativos que incluyan al sector privado, la academia y el gobierno. 

“Particularmente, las ciudades creativas se caracterizan por una alta densidad de profesionales con formación y con antecedentes y preferencias muy diversos. Esta acción colectiva aumenta la innovación y productividad de las empresas, que pueden tener acceso a mejores insumos en forma de trabajadores, conocimiento, tecnologías y nuevas oportunidades”, describen José Miguel Benavente y Matteo Grazzi en “Políticas Públicas para la Creatividad y la Innovación” (2017) del BID.

“Todos estos actores establecen sinergias alrededor de proyectos creativos y llevan a cabo diferentes funciones en el proceso de difundir la cultura y la creatividad dentro del sistema de producción y de la sociedad en su conjunto”, reflexionan. 

Experiencias en marcha

En el Mapa de Soluciones Locales de RIL podés conocer más de 50 experiencias de ciudades que aplican políticas para “exprimir” las naranjas. Con los filtros “Desarrollo Económico” (categoría) y “Economía del conocimiento” (subcategoría), verás casos como los de Londres, Bariloche, Melbourne o Mar del Plata que buscan posicionarse como “ciudades del conocimiento”. O la experiencia de Austin, que procura ser el “mejor sitio para que los cineastas vivan y trabajen”. 

Algunos países ya le otorgan alta prioridad a la Economía Creativa en sus planes de gobierno. Por ejemplo, Colombia creó el Consejo Nacional de la Economía Naranja. 

Ya lo dijo el reconocido cantante Frank Sinatra: “El naranja es el color más feliz”. ¿En tu ciudad se promueven las industrias culturales y de conocimiento ? ¡Compartilo con RIL!

Fuente de imagen principal: BID.