Por Lucía Bellocchio,
directora de Trend Smart Cities*
niñas
De entre las muchas vertientes que enfocan el devenir de la vida urbana, hay una especialmente singular: la que intenta mirar las ciudades con ojos de un niño o niña.
El movimiento retórico inicial es medianamente esperable, puesto que siempre resultará auspicioso o llamativo oír la voz de quienes hablan, pero pareciera que pocas veces se los escucha.
Sin embargo, más allá de la razonable asistencia adulta que niños y niñas necesitan para desenvolverse en su vida, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) considera que recoger la voz de niños, niñas y adolescentes es clave a la hora de pensar ciudades verdaderamente inclusivas.
Como sabemos, la niñez ha cobrado relevancia y estatus jurídico progresivamente, luego de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (París, 1948) y, específicamente en América Latina, con la firma del Pacto de San José de Costa Rica (San José, 1969). Hoy es interesante pensar qué lugar les damos a los niños y niñas en las ciudades, o cuánto les hemos quitado -y, quién sabe, podríamos devolverles-.
La voz de las infancias
Desde luego, inmediatamente aparecen en el horizonte los riesgos que acechan a toda idealización romántica: ¿tendría sentido aplicar las ideas de algunos psicopedagogos, como Francesco Tonucci, que proponen crear en cada gobierno local un “Concejo del Niño”, para preguntarles a ellos, así sin más, cómo resolver problemas urbanos? Bueno, por algo una idea tan simple, que otorga representatividad a un grupo nada minoritario de la comunidad, hasta el momento no se ha puesto en práctica.
Evidentemente todos recordamos que, cuando niños o niñas, fantaseábamos con tener los super poderes de la mujer maravilla, volar como Supermano ser astronautas. ¿Cuándo no desafiamos a la electricidad metiendo los dedos en el enchufe? Habida cuenta de los magros resultados generalmente obtenidos, vale pensarlo dos veces.
Y, sin embargo, una vez que tomamos distancia crítica de ese tipo de iniciativas, sigue teniendo sentido pensar si el calibre para ajustar la calidad de vida urbana no se obtendría poniéndonos en los zapatos de los más pequeños.
En este sentido, no cabe duda respecto de la enorme cantidad de malas -y en ocasiones, dramáticas- experiencias que niños y niñas pueden llegar a vivir en los entramados urbanos adonde los sumergimos. Si a ello sumamos que quienes hoy transitan la infancia serán los que tomen las decisiones en las ciudades del futuro, queda claro que pensar en ellos no es una mala inversión.
Humanizar la ciudad
Pensado así, se abre un abanico de reflexiones acerca de cómo mejorarles la vida a los más pequeños ¡que no son más que nosotros mismos hace unos cuantos años! De hecho, parece bastante claro que si ellos viven mejor en las ciudades, nosotros también, al menos en lo que hace al uso del espacio público, la accesibilidad y la seguridad urbana, entre otros ejes.
En ese tren, el arquitecto José María Echarte Ramos plantea que, ya que vivimos tiempos en los que repensar la ciudad es buena idea, si uno de los parámetros es la infancia, el resultado puede beneficiar al conjunto.
Así, humanizar la ciudad significa, por ejemplo, que los niños y niñas vuelvan a jugar sin miedo en las plazas. Asimismo, poner los servicios públicos a su alcance, y que puedan utilizarlos sin ayuda de adultos, parece buena idea. Y como dice Enrique Peñalosa -ex Alcalde de Bogotá- “una ciudad inteligente es aquella en la que un niño pequeño puede caminar por las calles sin miedo y todos pueden disfrutar de lo que su ciudad tiene para ofrecerles”.
Niñas y niños sin miedo
Mirando la historia de las ciudades, es claro que cuando los conglomerados urbanos amucharon a millones de personas, y las ciudades se volvieron menos caminables, y más inseguras, y el automóvil ganó protagonismo y los medios de transporte público representaron múltiples peligros, padres y madres intentamos, naturalmente, proteger a nuestros hijos. Muchas veces, nos vemos obligados a recortarles ciertas libertades.
Aunque hoy suene un tanto idílico poner a las niñas y niños en el centro de lo urbano (considerando lo mucho que muchas veces ya cuesta reconocer a las personas, sin distinción, como protagonistas de las ciudades) no deja de insuflar aires de esperanza aspirar a ciudades que garanticen una infancia sin miedo, en la que se juegue libremente, se involucren de a poco en la realidad que viven, pero, sobre todo, vuelen donde su imaginación los lleve.
En la siguiente nota de +Comunidad podés saber más sobre las “Ciudades 8 80”, pensadas para personas de todas las edades. Y en este link podés inpirarte con más artículos escritos por Lucía Bellocchio.
*Trend Smart Cities.
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Foto principal: Ciudades Amigas de la Infancia, UNICEF.