Eficiencia energética
Por Florencia Soraire, líder de
Autodiagnósticos y Guías en RIL
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La producción y distribución de la energía conlleva grandes desafíos a nivel global. Atendemos hoy a un crecimiento poblacional de ritmo acelerado, una centralización cada vez mayor en las ciudades y, con ello, la demanda exponencial de servicios que implican más energía. En consecuencia, las emisiones de carbono y los efectos sobre los ecosistemas se intensifican. En Latinoamérica, además, las desigualdades económicas agigantan la diferencia en el acceso a estos servicios, ampliando la necesidad de generar opciones para abastecer de energía a todos por igual.
Por mucho tiempo, el consumo de energía se estableció como un indicador del desarrollo económico de los países. Es decir, a mayor consumo, mayor desarrollo. Sin embargo, en el transcurso de los últimos años, se impuso un nuevo desafío a los y las líderes: el mundo de hoy reclama alternativas que sean amigables con el medio ambiente y mantener, en el mejor de los casos, los recursos naturales escasos de la Tierra.
Desarrollar entonces, medidas de eficiencia energética, para “mejorar la relación entre la cantidad de energía consumida y los productos y servicios que se obtienen a partir de su uso, sin afectar la calidad de vida de los usuarios” es un camino que los gobiernos locales, en conjunto con otros niveles de gobierno, deben considerar.
¿Cómo es la eficiencia energética?
Ahora bien, ¿dónde y cómo aplicar esas medidas? Según Andrea Heins, consultora en Energía, Eficiencia Energética y Desarrollo Sostenible, la eficiencia energética tiene características que debemos tener en cuenta.
Una de ellas es que se encuentra distribuida, es decir, en todos los usos y fuentes de energía, y en todos los sectores, tanto de oferta como de demanda. Esto significa que es posible identificar múltiples focos donde llevar adelante medidas en sectores como el transporte, la industria, las residencias, los comercios, entre otras.
Como contracara, este carácter difuso presenta desafíos y soluciones particulares para cada caso. Asimismo, posee la condición de ser invisible, característica que conlleva dificultades a la hora de representarla e incluso de medirla. Esta serie de propiedades hacen de la eficiencia energética un asunto complejo que tiene como punto de aplicación la pequeña escala a través de mecanismos e instrumentos específicos.
Las opciones de las ciudades
Andrea Heins identifica algunos puntos clave para desarrollar la eficiencia energética en los gobiernos locales:
-En primer lugar, sugiere considerar la organización y arreglos institucionales. Con esto, se refiere al establecimiento de un área encargada de implementar medidas de eficiencia energética de manera transversal al gobierno local, con objetivos y metas medibles y alineada con las políticas de otros niveles de gobierno.
-Conocer y difundir las normativas correspondientes, así como la ley de eficiencia energética, códigos de construcción, ley de etiquetado. En Argentina, se puede consultar: Eficiencia energética en edificaciones, Eficiencia energética en el sector público, Consumos en el sector residencial, Auditorías en edificios públicos.
-Difundir información de los beneficios que conlleva la implementación de medidas de eficiencia energética, tanto en instalaciones públicas como en residencias, a partir de conocer cómo, dónde y cuánta energía se consume en cada caso.
-Brindar incentivos constituye una motivación explícita para cambiar el modo en que se realizan las cosas hasta el momento. Pueden incluir tarifas representativas, financiamiento diferencial, beneficios fiscales y obligaciones distribuidoras, entre otras.
– Contar con las capacidades necesarias. Esto requiere comunicación y sensibilización, por un lado, a quienes componen el sector público a través de la capacitación técnica. También poner foco en sectores específicos, como por ejemplo a través de cursos de manejo eficiente a los conductores del gobierno local. Por otro lado, incentivar campañas para la población en general a partir de la incorporación de este tipo de contenidos en escuelas, o capacitaciones para mejorar el uso de la energía a nivel residencial. Asimismo, potenciar la sinergia con el sector privado e industrial.
Como puede observarse, muchas de estas medidas no conllevan grandes inversiones económicas, sino un cambio de raíz en torno a cómo se desarrollan algunas actividades y al incentivo y desarrollo de la colaboración entre varios actores que componen la escena local. Para esto, la clave es identificar los usos críticos de energía, dónde y por qué acontecen, cuál es el modo de gestionarlos y a partir de allí encontrar el camino para mejorar.
Eficiencia energética y energías renovables
Por las características descritas más arriba, las medidas de eficiencia energética se presentan como una alternativa mucho menos “atractiva” que las energías renovables, como puede ser la instalación de paneles solares o aerogeneradores.
Sin embargo, producir más energía a través de renovables no tendría sentido sin un plan para identificar y mejorar el consumo y abastecimiento. Es necesario disminuir el consumo de energía mediante uso responsable y eficiencia energética, y así requerir menor infraestructura en la transformación, transporte y distribución aún en el caso de contar con mayor proporción de fuentes renovables.
Las energías renovables requieren de grandes inversiones y también dependen de las ventajas competitivas provenientes de los recursos naturales disponibles según cada región. La eficiencia energética, por su parte, encuentra oportunidades en cualquier fuente y utilización de energía. Además, la posibilidad de desarrollar la eficiencia energética radica en prácticas y comportamientos que, si bien son de difícil implementación requieren menor inversión en comparación con la tecnología requerida por las renovables.
Los beneficios de la eficiencia energética son amplios para las gestiones locales. En términos exclusivamente energéticos, además del propio ahorro, garantiza la disponibilidad de fuentes de energía, es decir, menor dependencia de suministros externos. Con ello, mejora la accesibilidad en tanto existe más energía disponible para los servicios a los que los sectores más vulnerables no tienen acceso. En cuestiones económicas, consumir menos energía podrá generar un excedente, reducción de costos para los actores privados y la reducción del presupuesto público (tanto por el consumo en las propias instalaciones como en la baja de subsidios).
Ambas estrategias deben complementarse: aumentar la eficiencia energética aporta a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y sin dudas colabora en la mitigación del cambio climático. El camino es hacia la transición en donde renovables y eficiencia convivan en pos de cubrir la demanda existente, reduciendo los efectos negativos de la producción de energía.
En el Mapa de Soluciones Locales de RIL es posible encontrar casos inspiradores de eficiencia energética en distintas ciudades. Por ejemplo, las experiencias de Godoy Cruz (Mendoza, Argentina), Rosario (Santa Fe, Argentina), Amberes (Bélgica) y Tilisarao (San Luis, Argentina). Además, la ciudad de Buenos Aires mantiene un convenio de cooperación con Copenhague (Dinamarca) para trabajar sobre la eficiencia energética en edificios públicos.
Imagen principal: Sostenibilidad para Todos.