escobas
Por Historias Que Laten(*)
Escobas
Mientras unos seis muchachos se pasan brochas y pinturas, retocan bordes y rellenan líneas, otros, más adultos, reparten café y dividen panes para que alcance para todos. Pintores, ayudantes, los repartidores, los que piden a los carros bajar la velocidad frente a la obra y los que simplemente animan a los demás.
Así se pinta un mural en San Blas, un barrio ubicado en uno de los empinados e interminables cerros de Petare, en el este de Caracas, en Venezuela. Este se ha convertido en referencia de innovación social desde 2018. Por los colores y diseños que exhiben sus paredes y por la forma en la que enseñan a sus habitantes a “construir ciudadanía” rescatando espacios de la comunidad.
Mientras los artistas del arte callejero, muralistas y pintores voluntarios hacen lo suyo, en una esquina cercana es posible ver a Katiuska Camargo, una de las promotoras de estas iniciativas ciudadanas, con una escoba en la mano, explicándole a un vecino por qué no puede dejar basura en el lugar.
—¡Señor!, ahí no puede dejar la basura, grita Katiuska.
—Mija, pero siempre la pongo aquí.
—Ese es el problema, que eso no está bien porque queremos un barrio lindo para todos, por eso hacemos estos murales desde hace años en este barrio, para que se enamore de la calle y no la ensucie nunca más.
Son cinco años de trabajo entre vecinos que parecen mucho tiempo, o muy poco, depende del reloj con el que se mida. Pero para quienes viven en San Blas, estos últimos cinco años se calculan en color, en más de 40 de murales pintados en sus fachadas, escuelas, calles y callejones, y en la cantidad de basureros improvisados que ahora son espacios revitalizados con plantas, arte y avisos que promueven la conciencia ciudadana.
En San Blas este tiempo se mide, sobre todo, en voluntades, en las que han movilizado y unido el proyecto que lleva justo ese nombre “Uniendo Voluntades”, y que es el responsable del cambio en un barrio en el que se deja atrás la anarquía y la gente avanza hacia una mejor convivencia.
Por eso los niños, jóvenes, adultos y ancianos que viven allí se acercan a los artistas y sus equipos de pintores colaboradores que trabajan en un nuevo diseño para comentar sobre alguna pared en la que se “vería precioso” un mural o para dejar su petición de que quieren que este grupo de vecinos organizados lleguen a su callejón para poner el color y la alegría que falta.
Y aunque es justamente Katiuska Camargo la artífice de este proyecto que se fraguó mientras usaba escobas para barrer los espacios públicos convertidos en botaderos de basura improvisados hasta transformarlos en espacio renovados, hoy el alcance de su organización no necesita de su sostén para sembrar conciencia ciudadana, aunque ella sigue siendo uno de sus principales motores.
Más de 2 mil personas han visto cómo su calidad de vida ha mejorado, según los integrantes de la iniciativa, y al menos otras 3 mil se han beneficiado indirectamente con la eliminación de vertederos de basura en toda la comunidad. Además, han ampliado su alcance al articular proyectos similares en otros barrios cercanos. Esta iniciativa se ha posicionado como una máquina de “hacer ciudadanos”, como refieren algunos.
Poder al cuadrado: escobas y murales
Barrer fue la primera tarea de este grupo de vecinos inquietos, cuando aún ni siquiera se conformaban como organización social. Usando “el poder de la escoba”, Katiuska se propuso limpiar y transformar espacios del barrio.
La técnica fue enseñar con el ejemplo. Mostrar a otros la importancia de mantener el entorno de sus casas y sus espacios compartidos siempre limpios, recolectar adecuadamente la basura y motivar a los niños y jóvenes a sumarse en las tareas de aseo de la comunidad.
—Barrías un día y dejabas todo limpio y al otro de nuevo el basurero allí. Entonces había que ser constante. Pero nosotros ganamos porque cada día lo hacíamos aunque otros no lo entendieran, hasta que por fin dejaron de tirar sus desperdicios en ese sitio— recuerda Katiuska.
Poco a poco, la escoba se volvió el símbolo de esta iniciativa, la figura que usaron para expresar el poder de la civilidad y el ejercicio de buena ciudadanía, uno que era posible palpar en cada joven que se incorporaba al proyecto.
La clave fue no solo barrer y mantener espacios limpios, sino convertir esa intención en un propósito de integración y convivencia a través del arte urbano.
Los vecinos que impulsan y colaboran en este proyecto, convencidos de que ser mejores ciudadanos es el camino correcto, intentan respetar el arte y las ideas de los otros, reenfocando los propósitos de cada uno de sus aliados y voluntarios y encontrándose en la idea de “vivir con dignidad” a través del arte.
Tal reto consiste, comentan los integrantes, en tener espacios agradables en los que todos trabajen por el bienestar social y donde los vecinos puedan “vibrar en la misma energía” de vivir mejor.
Conscientes de que para todo esto se requieren recursos, esta organización salió de San Blas para buscar apoyos y conseguir que artistas, arquitectos, escritores, periodistas, activistas, viajeros extranjeros que visitaban la comunidad, e incluso representantes del cuerpo diplomático en Caracas, se enamoraran de su causa: “hacer ciudadanía”.
Mostraron el barrio y sus potencialidades a través del arte que “Dagor”, un pintor y muralista referente del arte urbano llamado nombre Fabián Solyma, dejó plasmado en las paredes de San Blas a través de murales con figuras geométricas y formas abstractas de colores vivos que ahora son el símbolo del sector.
—A raíz de los murales y todo este tema del arte se unió más gente, y de ahí nació Uniendo Voluntades que ha hecho talleres de documentalismo, de video, de arte, de costura…Desde que empezamos a hacer los murales se han logrado muchas cosas. Así es este proyecto, llega gente que puede ayudar con lo que sea— comenta el artista Dagor
Otro de los muralistas reconocidos en este barrio es Bam, quien llegó a este trabajo colectivo en 2019 con 17 años y un gusto por el arte que no había logrado encauzar hasta ese momento. Hoy, con 23 años, varios de los murales de San Blas llevan su firma y se ha logrado formar en esta técnica de arte gracias a los talleres impartidos por la organización para ser parte del movimiento artístico de San Blas que une la música, la pintura y el diseño.
—Conciencia ciudadana siempre la vamos a estar inculcando porque hace falta. Pero el arte tiene el poder de unificar porque al pintar un mural no es solo para nosotros, sino que vienen y se suman todos los de la comunidad y se convierte en una experiencia— asegura Bam.
A Dagor y Bam se han sumado otros artistas del muralismo y el arte urbano como el español Juan Díaz-Faes, quien llegó a San Blas como artista visitante gracias a una alianza de la comunidad con la galería Cerquone, o el artista francés proveniente de Normandía, Seb Toussaint, quien hizo varios murales, se radicó durante un par de meses en esta zona de Petare como parte de una residencia artística, impartió un taller formativo y ofreció una conferencia en la Sala Mendoza.
Junto a ellos también trabajó Hamk Trazos, un talentoso artista venezolano cuya obra se puede ver en distintas calles de Caracas. Y quien se ha sumado a este colectivo de artistas que hoy transforman a San Blas en una galería a cielo abierto en este barrio de la ciudad.
Cambio en los vecinos y vecinas
Para Silvana Aguirre, voluntaria de la iniciativa y vecina de La Machaca, un sector de San Blas, el trabajo que han logrado “ha cambiado mucho” la dinámica del barrio, pues ahora se tratan como “vecinos reales”, de esos que se ayudan en problemas personales y trabajan juntos para resolver los conflictos comunitarios.
—Nos ven cuando pasamos, conversan con nosotros. Las personas más vulnerables ven en nosotros a esa persona que te ayuda, esa que te escucha.
Silvana cree que el trabajo de la organización marca un antes y un después en la zona. Porque además de la reparación de espacios, considera que el trabajo ha acercado a los vecinos a la comunidad. También a la preocupación por resolver los problemas que son comunes a todos.
Con 13 voluntarios para todo un barrio, se promueve la convivencia no solo recuperando espacios sino con el “gesto de escuchar y atender”.
Sus voluntarios afirman que se toman la tarea de escuchar las necesidades más personales y de establecer prioridades. Un techo en mal estado, una filtración en una vivienda, un problema de violencia intrafamiliar, la desnutrición de un niño.
Entonces buscan entre entre los mismos vecinos la solución al problema o al menos su mitigación. Procuran hacerse presentes y creen que justo en “esa presencia” se sostiene el proyecto y su credibilidad dentro del barrio.
Saben que muchos de los problemas o necesidades en el barrio tienen que ver con fallas de “políticas públicas” de las autoridades. Tratan de no prometer lo que están conscientes que no pueden cumplir. Pero, por medio de la autogestión, apoyan en labores menores como la reparación de tuberías o atención a problemas particulares.
“Si lo crees lo creas”
El procedimiento, explica Katiuska, consiste en conocer de primera mano las necesidades o contrariedades. Para, posteriormente, gestionar con vecinos y aliados los recursos y la mano de obra voluntaria para las reparaciones o acciones necesarias. Al final se trata de un trabajo conjunto.
También están claros de que no todos los objetivos se cumplen. Pues en el camino se han encontrado con muchas dificultades que aún hoy deben esforzarse por superar. La más difícil de ellas es el sectarismo político reinante en el barrio, lamentan.
Admiten que el avance de esta iniciativa social se ha visto frenada en muchas ocasiones por la polarización o liderazgos comunitarios del chavismo. Que los ven como “enemigos” y evitan el trabajo conjunto u obstaculizan el que la organización se propone.
Con el respaldo de la comunidad han conseguido superar la muralla política y avanzar en propuestas con apoyo de embajadas o empresas. Para este trabajo, dicen que la clave ha sido que, una vez concluidos los proyectos, pueden ser aprovechados y disfrutados por todos. Por personas de cualquier tendencia política o grupo, sin limitaciones.
Uniendo Voluntades nació a partir de la iniciativa Haciendo Ciudad, una organización creada por arquitectos y artistas que se proponen transformar espacios públicos a través del arte y la arquitectura.
San Blas fue en algún momento parte de este grupo, hasta que decidió abrir sus alas e intentar por modo propio “poner bonito” el barrio.
Subasta de escobas artísticas
En los últimos años, las ideas que han llevado adelante estos voluntarios han hecho posible la remodelación de una cancha deportiva en el corazón de San Blas. La recuperación de espacios comunitarios, la formación de jóvenes y adultos en distintas áreas audiovisuales y de arte, y la construcción de espacios comunitarios virtuales que se nutren con el arte, el diseño y el muralismo.
En una nueva etapa se proponen como nuevo reto recuperar un terreno abandonado usado como basurero, para transformarlo en un centro de acción social y cultural. Que sea epicentro de las actividades y encuentros que promueven desde esta organización.
—Se trata de ensamblar una movida realmente bella, viva, memorable, que le dé un piso sólido al proyecto y que brille como una lucecita para recordarnos todo lo que podemos hacer al tejer arte, activismo y comunidades— menciona Katiuska como vocera de Uniendo Voluntades en su página web. En una mensaje que invita a sumarse a la subasta de escobas intervenidas por artistas, arquitectos y fotógrafos colaboradores con el proyecto.
Son 41 obras que se pueden ver en el portal digital de la organización. También es posible apreciarlas en directo. Tan solo con visitar la casa de la madre de Katiuska en San Blas. Lugar que se convirtió en el centro de operaciones de este proyecto social y comunitario.
Cada obra está relacionada con el “poder de la escoba”, metáfora de limpieza y renovación. Son escobas intervenidas o resignificadas con las que se pretende concretar el capital necesario para la construcción de su centro social y cultural.
El valor de estas obras es que fueron creadas y donadas por reconocidos artistas plásticos. Escultores, pintores y arquitectos que se han involucrado o conectado con San Blas. Hoy todos ellos quieren ser parte de ese cambio social.
Durante doce años como activista social, Katiuska Camargo los ha convertido en aliados de forma muy orgánica. Contactándolos en redes sociales o asistiendo a eventos en los que son convocados donde los aborda para contarles de la iniciativa y de San Blas.
¿Cómo promover el arte y la recuperación de espacios?
Así es como ha logrado tejer la red que hoy forma este grupo de colaboradores y que promueven el arte y la recuperación de espacios. Son personas de intereses diversos. Que se han convertido en multiplicadores de la “experiencia de San Blas”, al quedarse prendados con el barrio y la voluntad de su gente.
Caja de herramientas
Enseñar con el ejemplo.
Involucrar a los más jóvenes.
Usar el arte para conectar.
Incentivar ideas de las nuevas generaciones.
Promover prácticas positivas.
Involucrar a la comunidad en los logros.
Buscar aliados.
Involucrar a personas influyentes.
(*) Este reportaje fue publicado originalmente en el medio Historias Que Laten.
Imagen principal: Bárbara Rodríguez.