Los espacios verdes florecen de forma exuberante en la ciudad-estado de Singapur. Con una superficie de tan solo 730 kilómetros cuadrados y el 100% de su territorio urbanizado, esta república de casi 6 millones de habitantes es considerada la capital más verde del continente asiático. Tras un trabajo de medio siglo, logró posicionarse como un auténtico caso de metrópoli biofílica. Y lo hizo en un contexto regional golpeado por la contaminación.
¿Qué son las ciudades biofílicas? “Es un reconocimiento de que la naturaleza es esencial en nuestra vida urbana. Es vivir dentro de una naturaleza inmersiva; es una ciudad que no debe entenderse como un lugar con parques o bosques de jardines, sino más bien como un bosque, como un ecosistema”, define la Fundación Edward Wilson.
El concepto proviene justamente del biólogo estadounidense Edward O. Wilson (1929-2021), considerado “padre de la biodiversidad y la sociobiología” de la actualidad. En 1984, definió la biofilia como la tendencia innata que tienen los seres humanos de sentirse identificados con la naturaleza y sus diversas formas de vida.
Durante los últimos años del siglo XX, entendiendo que el mundo ya se encontraba en crisis climática, el término empezó a ganar terreno en la planificación urbana. Así, numerosas ciudades comenzaron a generar una conexión más profunda con la naturaleza.
Corredores ecológicos
Tras empezar su camino hacia la sostenibilidad en la década de 1960, Singapur posee hoy decenas de parques, reservas naturales y jardines botánicos. Incluso cuenta con un sistema de senderos plantados con árboles y arbustos específicos para facilitar el movimiento de animales, como pájaros y mariposas, entre los espacios verdes de su área insular.
En Colombia, Bogotá y Medellín también avanzan en la implementación de corredores ecológicos. La primera inició en 2020 un proceso de consulta ciudadana para el diseño participativo de una vía verde que conecte parques y reservas.
“La infraestructura verde se presenta como una solución basada en la naturaleza para mitigar y compensar los crecientes problemas ambientales urbanos. Sirven de camino para acelerar la transición de la infraestructura gris (…) hacia una que sea consciente desde la ecología del paisaje, encaminada a mimetizar los procesos y ciclos naturales”, observa el investigador William Iván Gallo Aponte.
En el caso de Medellín, que busca consolidarse como una “Ecociudad”, las autoridades locales sembraron más de 80.000 árboles en áreas urbanas y rurales. Lo hicieron con el propósito de “fortalecer la conectividad ecológica, generando hábitats adecuados para la flora y la fauna”. Estas acciones, que se suman a una estrategia de creación de corredores verdes, permitieron que la capital antioqueña cuente con el registro de 22 especies nuevas de aves y mariposas.
La salud de la población
En las ciudades biofílicas –explica la bibliografía especializada– la mayoría de la población tiene un espacio verde a una distancia menor a los 200 metros. También poseen grandes áreas cubiertas por vegetación, incluyendo los tejados y las paredes de las viviendas, y la ciudadanía realiza actividades al aire libre.
Según la especialista Isabel Studer, ex directora de The Nature Conservancy en México, la biofilia implica “integrar la naturaleza en abundancia para reducir el estrés, la contaminación del aire, conseguir un crecimiento más sano de los niños e incluso, mediante huertas urbanas, combatir la inseguridad alimentaria”. En diálogo con EFE Verde, también ponderó sus beneficios para la salud mental humana.
Curridabat (Costa Rica) forma parte del grupo de urbes que adoptan políticas biofílicas. Desde 2015, implementa un plan multidimensional llamado “Ciudad Dulce” basado en cinco dimensiones: biodiversidad, hábitat, infraestructura, convivencia y productividad. Así, en 2021 creó una serie de parques naturales urbanos protegidos “donde todas las formas de vida puedan coexistir; y los polinizadores, plantas y personas prosperen”.
El gobierno local afirma que “la calidad del aire y la diversidad de especies y espacios verdes no son los únicos aspectos mejorados, sino que el espíritu de la población también se ha levantado”. Un objetivo similar persigue Sofía (Bulgaria), que en 2018 comenzó a plantar un nuevo bosque para que actúe como cinturón verde, filtre la atmósfera y proteja la biodiversidad.
Más políticas biofílicas
Así como la capital búlgara, otras ciudades han diseñado estrategias para crear “anillos verdes” que, además, limitan el crecimiento urbano. El sitio Plataforma Urbana destaca que en Nagoya (Japón) un 10% del suelo se sitúa a un costado de los límites para servir de reserva natural.
Phoenix (Estados Unidos) compró 17.000 hectáreas de desierto para evitar los efectos negativos de su expansión y conservar la naturaleza del terreno. También se distingue el caso de Vitoria-Gasteiz (País Vasco, España), ciudad que está rodeada por un cinturón verde para proteger el humedal Salburua.
Utilizando los filtros “Ambiente-Biodiversidad”, en el Mapa de Soluciones Locales de RIL es posible investigar sobre más casos de ciudades con políticas biofílicas. Y en esta nota de +Comunidad podés conocer otras iniciativas urbanas para generar espacios verdes y crear un mayor bienestar social y ambiental.
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Foto principal: espacios verdes en Singapur. ©Jeremy Photography 2014.
Redacción +Comunidad.