Se dice que las ciudades hablan a través de sus paredes. Con pinturas, materiales coloridos y mucha creatividad, los murales representan la expresión viva de una ciudadanía que decide manifestar sus ánimos, esperanzas y aspiraciones. Pero también sus luchas y pesares. Así, el arte urbano adquiere sentidos críticos, valorativos, conmemorativos, propositivos y tantos más como sentimientos humanos existen.
En Medellín (Colombia), el “Street Art” acompañó un profundo proceso de transformación urbana que decidió frenar un espiral de violencia que parecía no tener fin. Mar del Plata y otras ciudades argentinas poseen obras que homenajean a los 44 tripulantes fallecidos por el hundimiento del submarino ARA San Juan, ocurrido en 2018. En tanto, en Guayaquil (Ecuador) decenas de pinturas enormes sobre los edificios públicos rememoran a los pueblos indígenas.
Siguiendo este puñado de ejemplos, las intervenciones adquieren numerosas dimensiones. Impulsadas desde la sociedad civil o por los gobiernos locales, crean una especie de conversación entre las personas y las ciudades. En el caso de Medellín, las manifestaciones artísticas callejeras actuaron como una forma de reconfigurar un barrio golpeado por la criminalidad. Comuna 13, que era considerado uno de los barrios más peligrosos del mundo, se convirtió en pocos años en la galería de arte más grande de Colombia.
Las nuevas generaciones reemplazaron las armas por los grafitis y hoy el área recibe a miles de turistas. La propia Alcaldía promueve la actividad allí y en otros puntos de la ciudad. Por caso, la Agencia para las Alianzas público-privadas desarrolló hasta 2021 un proyecto de “cualificación del paisaje urbano”. Ya intervino artísticamente casi 50 predios, mejorando la percepción de seguridad y atrayendo nuevas actividades comerciales.
Valorizando el espacio público
Con múltiples técnicas, el arte urbano hoy pinta de vida calles a lo largo y a lo ancho de América Latina. Sus defensores argumentan que recupera el alma y la vitalidad de barrios enteros, especial y justamente en los espacios públicos que habían caído en desuso o que eran peligrosos.
“Quizá cuando los grandes urbanistas del siglo XX hablaban del ‘arte de construir ciudad’, se referían un poco a eso que hace el arte urbano: convertir esa urbe en un lienzo siempre dispuesto a ser pintado, transformado y hasta cuestionado. Las ciudades latinoamericanas son ejemplo de cómo reinterpretarse y reafirmarse a partir de este arte”, analiza un informe del sitio LA Network.
Entre otros casos, allí destacan la creación del primer Museo Abierto de Arte Urbano del subcontinente. En la ciudad de São Paulo (Brasil), el famoso artista Binho Ribeiro fue detenido en 2011 por pintar sin autorización unas columnas del metro. Al poco tiempo, el propio Ministerio de Cultura aceptó que Binho y otros 66 exponentes del “Street Art” recuperaran y embellecieran la zona.
Finalmente, la mayor megalópolis de Sudamérica (21 millones de habitantes), antes caracterizada por sus enormes edificios grises, ganó color en decenas de rincones. Sin embargo, entre 2017 y 2019, la actividad entró en tensión durante una nueva gestión local que buscó eliminar grafitis emblemáticos de la ciudad con cuadrillas de limpieza.
“El arte callejero en América Latina proviene de las tradiciones de los movimientos sociales de la región y se ha utilizado para dar voz a sectores que, por lo general, no tienen la oportunidad de ser escuchados de otra forma. Buenos Aires, São Paulo, Río de Janeiro y Santiago de Chile tienen varias piezas representativas de calidad mundial del arte callejero”, señala Ophélie Chevalier, especialista en Desarrollo Urbano.
Mensajes, cultura y llamados a la acción
La pintura mural existe en las ciudades de la región desde la era precolombina. A mediados del siglo XX, el fenómeno recibió aportes de las expresiones artísticas que caracterizaron las revueltas de París en los años 60. En las décadas siguientes, también hizo eco el movimiento masivo de los grafitis en las calles de Nueva York. Así, suele decirse que el “Street Art” nació con espíritu crítico y político.
“El aporte del arte a la memoria es muy fuerte y el muralismo es un trabajo colectivo y social”, afirma Alejandro “Mono” González, referente del muralismo chileno. Según su criterio, la importancia radica en “volver a reinstalar algo que muchas veces queda en el olvido; hay una cuestión que tiene que ver con la justicia”.
Hoy el arte callejero es utilizado con una amplia variedad de propósitos. Por ejemplo, la Municipalidad de Córdoba (Argentina) invitó en 2021 a un grupo de artistas urbanos para que intervinieran contenedores de residuos con grafitis alusivos al reciclaje y el cuidado del medio ambiente.
También existen festivales de arte urbano promovidos por los gobiernos de varias ciudades. Tal es el caso de Buenos Aires, que desde sus sitios oficiales invita a recorrer –con circuitos– las intervenciones en fachadas, medianeras y otros espacios públicos. “Tienen el propósito de homenajear un artista, concientizar sobre el cáncer de mama o hacer de la ciudad una postal”, ilustran.
En Humahuaca (Jujuy, Argentina), en 2021 se inauguró el primer corredor de murales que reflejan la idiosincrasia regional. El trabajo, articulado entre las autoridades locales y comunidades originarias, busca garantizar derechos y crear nuevas oportunidades económicas.
El arte urbano en otros continentes
Roma y arte son prácticamente sinónimos. Expresiones clásicas, renacentistas y barrocas abundan en las calles de la “Ciudad Eterna”, formando un auténtico museo a cielo abierto. Pero entre esos trazos urbanos llamados a la eternidad la estética no podía ser sólo cosa del pasado. Tras décadas de resistencia, en los barrios de la capital italiana hoy hay espacio para múltiples intervenciones contemporáneas. Así, el “Street Art” pone color a cientos de muros en barrios de todos los tipos, especialmente los periféricos.
En los últimos años, el Ayuntamiento local ha promovido proyectos públicos y privados para fomentar artistas locales y revivir áreas casi abandonadas. Incluso creó un mapa para recorrer la Roma Contemporánea, que incluye sitios en donde contemplar obras callejeras. Los trabajos son generalmente colaborativos, revitalizan fachadas y están cargados de mensajes sociales.
En Melbourne (Australia), el arte callejero también se convirtió en una gran atracción turística. De hecho, la ciudad es llamada “Capital mundial del Stencil”, una técnica que reproduce diseños realizados con plantillas de papel, cartón o metal. La práctica es legal, pero requiere de permisos aprobados por los propietarios de los solares donde se crearán los murales.
Si bien existen distintas versiones, los repasos históricos coinciden en un aspecto: la inspiración en Melbourne y en otras ciudades provino de los grandes grafitis que proliferaron en Nueva York alrededor entre los 70 y los 80. En la “Gran Manzana”, uno de sus mayores exponentes fue Jean-Michel Basquiat, alias “SAMO”, que con sus obras callejeras denunciaba los conflictos raciales y la violencia policial.
“Fue a través del hip hop, los videos musicales y las películas. Los jóvenes reinventaron lo que veían en las pantallas, creando su propio estilo que, con el paso del tiempo, empezó a ser protagonista en diferentes suburbios y estaciones de tren”, señala la periodista Brigitte Trujillo.
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Imagen principal: Mural “Canto a la Rebeldía” de Eduardo Kingman, Cima de la Libertad, Quito, Ecuador. Fuente: Cronicon.net.