Las capitales de México y Argentina comparten una característica física que hoy permanece invisible: están construidas sobre decenas de ríos y arroyos naturales. El avance urbano del siglo XX ocultó estos cursos fluviales, de extensiones kilométricas, bajo el pavimento de importantes calles y avenidas. Mezclados a veces con aguas residuales, en la actualidad permanecen dentro de tubos y canales subterráneos que desembocan ya alejados de la población.
El escenario se repite en numerosas ciudades que vivieron explosiones demográficas sin suficiente planificación urbana, especialmente en Latinoamérica. Tal es el caso de La Paz, Bolivia, en donde el histórico río Choqueyapu –que en la época colonial dividía el área indígena de la española– hoy se encuentra entubado y contaminado.
En los últimos años ganó terreno la idea de que “liberar” los cauces hídricos urbanos puede producir múltiples beneficios ambientales, sociales y estéticos. Incluso para mitigar las inundaciones. Pero también existen sectores que temen lo contrario, sobre todo en áreas donde el entubamiento fue una obra pública para evitar que el agua avance de forma descontrolada.
“Los arroyos se barrieron debajo de la alfombra hace 70 años y mucha gente estaba agradecida. Eso duró hasta que la Ciudad de Buenos Aires volvió a inundarse. Ahí reapareció el tema y la discusión: parece que no deberíamos haberlos entubado”, opina el ingeniero Martín Civeira, impulsor de la iniciativa Arroyos Libres.
Renacen ríos escondidos
En el mundo existen casos exitosos de reapertura de ríos urbanos. En inglés, la acción recibe el nombre de “deculverting” o “daylighting”, haciendo énfasis en el retorno de la luz natural sobre las aguas. También hay blogs ciudadanos que promueven la tendencia y destacan sus beneficios.
Uno de los casos más reconocidos es el de Seúl, la capital de Corea del Sur. Tras permanecer cubierto durante décadas por una autopista, el río Cheonggyecheon fue reabierto en 2005 y se convirtió en el principal atractivo natural de la ciudad.
Con una extensión de casi 6 kilómetros de longitud, el río atraviesa el centro de Seúl y recibe a más de 60.000 visitantes a diario. Según las autoridades locales, el proyecto de restauración aseguró una protección contra inundaciones, aumentó la biodiversidad general y redujo el efecto de isla de calor urbano. Justamente, la reaparición de la vegetación en las orillas disminuyó la contaminación del aire.
Otros casos exitosos
La recuperación del río Quaggy, en Londres, se destaca entre las iniciativas británicas para revertir cientos de obras de entubamiento en el país. En 2003, las autoridades locales”liberaron” un tramo que, con el tiempo, formó un hábitat biodiverso que es aprovechado por la comunidad en el Stucliffe Park.
En el Gran Manchester, también en Reino Unido, el río Roch fue entubado y cubierto a inicios del siglo XX como consecuencia de su elevada contaminación. Con el correr de las décadas, sus aguas fueron liberadas temporariamente en algunas ocasiones para desobstruir los pasos bloqueados por la basura. Finalmente, en 2016 el Ayuntamiento de Rochdale decidió abrirlo definitivamente y se convirtió en un corredor de vida silvestre que, además, mitiga inundaciones.
Una experiencia similar vivió el río Bièvre, en las afueras de la capital francesa. Hace dos décadas, las autoridades locales decidieron reabrir un tramo del lecho que había sido cubierto por el avance urbano de París y era utilizado como un desagüe industrial. Como resultado, hoy existe una zona ribereña frecuentada por residentes y visitantes, y también aumentaron las especies animales y vegetales.
Debates en dos capitales
En la Ciudad de México, varias calles y avenidas tomaron el nombre de los arroyos que cubrieron. “Si no hubiéramos perdido los lagos y los más de 50 ríos que corrían por este valle, la pésima calidad del aire no sería un problema tan grande”, opinan desde los sectores que promueven la reapertura de los cursos fluviales.
Sin embargo, los proyectos no avanzaron bajo el entendimiento oficial de que los entubamientos fueron obras necesarias para moderar las frecuentes inundaciones de la ciudad. Otra particularidad del valle mexicano es que está situado sobre los restos del lago Texcoco y que sufre el hundimiento del suelo a medida que avanza la mancha urbana. Así, el debate se centra entre el drenaje y el bombeo del agua.
En Buenos Aires, en cambio, sí existe un proyecto oficial para desentubar un arroyo. Se trata del Medrano, cubierto durante el siglo pasado al igual que otros 11 cursos fluviales. La obra sería sobre el parque Saavedra, en donde existió un lago natural hasta 1942. Según el gobierno porteño, resurgirán 530 metros del trazado original del arroyo y ayudaría a mitigar el efecto de las crecientes. Aun así, un sector de vecinos considera lo contrario y se opone a la modificación del espacio verde.
“Los arroyos que están dentro de las metrópolis dejan de ser un sistema natural para volverse un sistema social. Es necesario reconocer estas áreas para que la ciudad no los interrumpa y pueda incluirlos”, reflexiona Carlos Lebrero, de la Maestría en Gestión Ambiental Metropolitana en la FADU-UBA.
Tanto en el caso porteño como en otras ciudades, el especialista observa que se está tomando conciencia “muy paulatinamente” sobre la importancia de no dar la espalda a los ríos urbanos. Mientras, la contaminación de sus aguas sigue siendo una de las mayores amenazas ambientales.
¿En tu ciudad existen proyectos ya concretados o en marcha para desentubar ríos y arroyos urbanos? ¿O hay debates sin resolver al respecto? Podés compartir el caso en +Comunidad.
Redacción +C.