Terrenos llanos y suavemente ondulados se extienden bajo el cielo patagónico de Dolavon, una ciudad del departamento de Gaiman, en la provincia argentina de Chubut. Caracterizada por su vegetación árida y su clima seco templado-frío, la localidad experimenta pocos vientos y precipitaciones durante la mayor parte del año.
Bajo este escenario desafiante, en 2017 nació el programa municipal Dolavon Produce, una iniciativa que promueve prácticas agroecológicas para la producción de alimentos. Con un enfoque en la soberanía alimentaria, esta propuesta procura fomentar la equidad laboral, en un esfuerzo por generar un impacto positivo tanto en las familias como en el medioambiente.
Además de fortalecer la capacidad de las familias para cubrir sus necesidades alimentarias, el proyecto también aspira a generar excedentes para la venta, abriendo nuevas oportunidades económicas. De esa forma siembra nuevas posibilidades en un territorio que, aunque árido, se muestra fértil para la innovación y la cooperación comunitaria.
El origen de Dolavon Produce
Rosario Nervi, coordinadora de gabinete del Municipio de Dolavon, cuenta que el proyecto comenzó con la apertura de la primera huerta, en una parcela de 200 m² . “Esta experiencia duró un año y pico, participaron diez familias, y nos demostró que era necesario tener un coordinador/a que acompañara el proceso de las familias”, explica a +COMUNIDAD.
En 2019 el gobierno local cedió un terreno de cinco hectáreas, donde funcionan las parcelas productivas y una planta láctea que permite pasteurizar y ensachetar leche de orígen. De esta forma trabajan para generar empleo de calidad para vecinos y vecinas de la ciudad, y tratan, en la medida de lo posible, evitar desplazamientos a otras localidades.
El programa funciona dentro del Polo Productivo Social, un espacio compuesto por diferentes unidades productivas, donde se brinda formación y acompañamiento. Este espacio es gestionado por el gobierno local y la Federación de mutuales de la provincia de Chubut (FAMUCH), que aportó un técnico agrario como coordinador.
“El terreno tiene delimitadas casi 40 parcelas con gallineros, producción de hongos, pasteurización de leche, árboles frutales y una sala de extracción de miel”, dice Nervi. “A futuro proyectamos la construcción de un estanque con aves y un quincho realizado con técnicas de construcción sostenibles”, agrega.
La funcionaria afirma que este espacio impacta de manera directa en aquellas familias de escasos recursos, proporcionándoles alimentos de calidad y un ingreso económico. “También construye comunidad entre sus participantes, fomenta la solidaridad y estrecha lazos entre las familias que participan del programa”, ejemplifica.
Entre otros logros del programa, la coordinadora de Dolavon comenta que pone en discusión la importancia de la alimentación para mejorar las dietas de las personas de la ciudad. “Se comparten recetas, se familiarizan con alimentos que no conocían y se dan bien en nuestra zona. Amplían sus gustos gastronómicos e innovan a la hora de cocinar”, añade.
La maduración y el impacto del programa
En la actualidad del programa participan más de 30 familias. Sobre su maduración y éxito, Rosario Nervi siente que fue trascendental contar con alguien que coordine el espacio. Además, comenta que el generar asociaciones como la que se dio con FAMUCH es de gran ayuda para que esta iniciativa se supere y perdure en el tiempo.
“Las relaciones humanas, los acuerdos de convivencia y la falta de recursos económicos fueron los principales desafíos”, enumera.También lo fueron (y son) el contar con herramientas para ampliar sus temporadas de producción, sobre todo en invierno, que dificulta el trabajo a cielo abierto.
Siguiendo esa línea, entre las aspiraciones a futuro la funcionaria destaca: “Que proporcione variedad de alimentos todo el año y abastezca el consumo local en su totalidad”. También agrega, entre otras aspiraciones: “Que permita empoderarnos como sociedad, sabiendo que somos capaces de producir nuestro alimento de manera mancomunada”.
Carina, vecina de Dolavon, cuenta que este espacio para ella es un símbolo de autosuficiencia: “Me permite producir alimentos sin agroquímicos que contaminan el ambiente y afectan la salud. Me muestra que los alimentos vienen de la tierra, me enseña un proceso entre la tradición y la innovación, es un lugar donde puedo relacionarme con otras personas”.
La mujer se enorgullece al reconocer que su trabajo en el programa contribuye a crear un futuro sostenible: “Tengo un compromiso con la tierra, con el producto, con los alimentos, con la economía”. Por su parte Ester, otra vecina, dice que le hace bien estar en la chacra sembrando árboles, ocupada y disfrutando junto a otras familias que forman parte.
“Cuando nos entregaron la parcelita me parecía imposible poder trabajarla, pero hoy estamos felices por hacer todo lo que hicimos con mucho amor y sacrificio”, cuenta. “Cada día que vamos vemos cómo crece un nuevo plantín que hicimos, nuestras plantitas ya están grandes y de a poco van dando sus frutos”, expresa con alegría.
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Más lugares en donde la tierra da frutos
Como Dolavon, otras ciudades argentinas desarrollan estrategias para garantizar el acceso a alimentos, desde huertas urbanas hasta programas educativos. Estas iniciativas no sólo responden a las necesidades alimentarias actuales, sino que también fomentan la sostenibilidad y la autosuficiencia a largo plazo.
El Programa de Agricultura Urbana (PAU) de la Municipalidad de Rosario, en Santa Fe, impulsa desde 2002 la producción y consumo de alimentos agroecológicos. Esta política pública impulsa el aprovechamiento de tierras en desuso dentro de la ciudad, especialmente en tiempos de crisis, para garantizar alimento a su población.
Vanesa Di Bene, subsecretaria de Economía Social de Rosario, asegura que el programa tuvo resultados positivos en sus 22 años de vigencia. La ciudad hoy tiene siete Parques Huertas y seis huertas grupales, en donde trabajan más de 250 personas que producen en 25 hectáreas unas 2500 toneladas de hortalizas al año.
Ciudades de otros países también crean políticas públicas que giran en torno a la alimentación sostenible, como por ejemplo la Escuela de Sustentabilidad de Curitiba en Brasil. Esta institución funciona en lo que se conoce como el Bosque Zaninelli, una zona verde regenerada de forma natural, que desde 1947 se utilizó para la exploración de granito.
En este espacio se promueven acciones intersectoriales entre la Secretaría Municipal de Educación (SME) y la Secretaría Municipal de Medio Ambiente (SMMA). Todas dirigidas a la formación socioambiental de sus estudiantes, niños, niñas, adolescentes, profesionales y servidores públicos, así como de toda la comunidad y visitantes.
De acuerdo a la Secretaría Municipal de Educación de Curitiba, “las acciones desarrolladas se ven favorecidas por la tecnología presente en el Faro del Conocimiento y la Innovación Móvil. Como tablets, microscopios, notebooks, linternas, teléfonos móviles, gafas de realidad virtual y las pizarras interactivas presentes en las salas”.
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Imagen principal: Programa municipal Dolavon Produce