ciudades
Por Inés Reineke,
coordinadora de Gestión del Conocimiento
en RIL y enviada especial a Barcelona
ciudades
La tecnología al servicio de la reducción de la desigualdad
El gran mensaje que dejó esta feria fue que la innovación en las ciudades debe estar puesta al servicio de la equidad. Atrás quedaron los discursos tecnócratas de otra época y prevaleció con fuerza la idea, clara y potente, de que debemos innovar con un propósito de bien común.
Una grata característica en el gran desfile de oradores y ponentes fue la fuerte presencia de expositores de Latinoamérica: Claudio Orrego, gobernador del área metropolitana de Santiago de Chile, fue una de las figuras más destacadas. Participó nada menos que en el panel de apertura del evento, en conjunto con Aníbal Gaviria, gobernador de la provincia de Antioquia en Colombia.
Orrego se enfocó en transmitir cómo además de hablar de Smart Cities, deberíamos hablar de Smart Politics, que según él conlleva una triple aliteración: estar, escuchar y explicar. Instó a optar por la empatía por sobre la tecnocracia, y a impulsar la articulación público-privada en nuevos rediseños institucionales con mayor participación ciudadana para hacerle frente a los desafíos actuales.
Gaviria, por su parte, habló en favor de las “ciudades para la vida”. En ellas, el indicador principal que debe mejorarse es el aumento universal de la expectativa de vida. Persiguiendo esa mejora –argumentó–, se atacan las más grandes inequidades que atraviesan las ciudades hoy en día. “Las verdaderas ciudades inteligentes son aquellas que ponen a la vida en el centro”, manifestó.
Entre brechas y puentes
El equilibrio explícito de mujeres entre la lista de especialistas y la promesa (bastante frágil por cierto) de no permitir plásticos de un solo uso en la exposición (cuando había nada menos que globos decorando algunos de los puestos en la exhibición), no lograron ocultar que lo que sucedía en los auditorios siguió un carril distinto a quienes representaron a los puestos de exhibición, los más de 800 ponentes. La incomodidad entre los intereses de los principales auspiciantes y estas ideas de mayor inclusión, parecían superficialmente en tensión. Sin embargo, al escuchar con atención palabras como confianza, empatía, cercanía, vínculos, relacionamiento fluyeron sin fronteras entre ambos recintos del evento.
Quedan ganas de que esas coincidencias dejen de ser sutiles y haya un esfuerzo compartido y anunciado a viva voz de garantizar el acceso a la tecnología para servir a aquellas causas y poblaciones que más lo requieren.
Otro gran faltante fue una mayor presencia de organizaciones de la sociedad civil, y bastó con recordar el precio de la entrada a la feria (¡de nada menos que 900 euros!) para recordar confirmar que el evento fue exclusivo desde su génesis.
Confiar para innovar
Salvando esas distancias, el estímulo continuo de ideas y conversaciones fue realmente inspirador. Varios momentos tiñeron de optimismo el futuro de las gestiones locales. Por ejemplo, las soluciones creativas de las ciudades para convertirse en emisiones cero. O los testimonios, sutiles pero contundentes, de líderes locales hablando de trabajar en conjunto con la ciudadanía.
El denominador común: sin confianza no hay innovación posible.
¿Cómo seguimos?
Esa es la cuestión. Una fortaleza de muchas de las charlas y presentaciones que se dieron en el marco de la feria fue la orientación a la acción. Se presentaron cientos de manuales, guías, casos de estudio y demás herramientas que sirven a ciudades para avanzar en las diferentes líneas temáticas presentadas. Dicho sea de paso, cruzaron temas como movilidad sostenible, inclusión social, gobernanza, derechos digitales, ciberseguridad, inteligencia artificial, entre cientos de otras.
Sin embargo, la complejidad que reviste superar estas brechas deja muchas más preguntas que respuestas. Quizás la gran potencia del evento haya sido plantear temas, preguntas, opciones y desperezar la manera de aproximarse a los desafíos, para generar nuevas respuestas a esos viejos problemas.
Lo que sí nos deja es la convicción de seguir trabajando por un futuro más equitativo. Y si bien quedan a la vista esas grandes brechas por cerrar, también deja a la luz la oportunidad de ir marcando un camino que –deseamos– cada vez sume a más transeúntes.
Espero que las más de 20.000 personas que tuvimos la fortuna de asistir y refrescarnos con nuevas ideas y aprendizajes asumamos la responsabilidad de trabajar para que el lema del evento, “Ciudades inspiradas por personas”, migre de cartel luminoso al pálpito genuino que lata en el rincón más recóndito de las comunidades. Y que desde ese rincón nutra de vida y futuro a nuestras ciudades.
Imagen principal: vista del recinto ferial. Fuente: Utopía Urbana.
Imágenes del texto: fotos tomadas por Inés Reineke.