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En el extremo norte de Italia, escondido en un valle alpino y cerca de la frontera con Suiza, se encuentra Viganella. Se trata de un pintoresco pueblo que durante 83 días al año –desde el 11 de noviembre hasta el 2 de febrero– no recibe luz solar directa debido a su orografía escarpada.
La solución a este problema fue tan ingeniosa como simple: colocar un enorme espejo sobre una montaña cercana, capaz de reflejar la luz solar hacia la plaza principal. Este dispositivo, instalado en 2006, permite a los habitantes disfrutar de al menos seis horas de luz solar durante los días más fríos y oscuros del invierno. ¿El resultado? Un mayor bienestar físico y emocional entre la población.
El Ayuntamiento controla el espejo, que tiene 40 metros cuadrados y está a 870 metros por encima del pueblo, por vía informática. Mediante un programa especializado, se puede rastrear los rayos solares para que los paneles no los pierdan nunca de vista.
La solución tuvo un costo de casi 100.000 euros en 2006. Si bien es un precio elevado para una comunidad de menos de 200 habitantes, el financiamiento se alcanzó gracias a la colaboración entre diferentes actores. En específico, llegó de la mano de fondos de la provincia de Verbano-Cusio-Ossola, la Fundación Cariplo y el ahorro del propio gobierno local.
Además de resolver un inconveniente cotidiano y generar impactos positivos en la calidad de vida en el valle, el proyecto atrajo la atención internacional. “En invierno, después de la misa dominical, la gente solía volver rápidamente a sus casas, pero ahora se quedan a conversar en la plaza, disfrutando del sol”, ejemplificó el exalcalde de Viganella, Pier Franco Midali.
Una experiencia similar, 2000 kilómetros al norte
El caso de Viganella tiene un paralelo en Rjukan, Noruega, otro pueblo que durante meses queda en penumbra debido a su ubicación en un valle profundo. Inspirado por la solución italiana, en 2013 el residente y artista Martin Andersen impulsó un proyecto que culminó con la instalación de tres espejos controlados por computadora en las montañas circundantes.
Al igual que en la localidad italiana, los paneles permiten que los cerca de 3000 habitantes de Rjukan disfruten de luz solar durante los meses más crudos del invierno. Los espejos, llamados Solspeil, siguen el movimiento del sol y reflejan los rayos hacia la plaza principal del pueblo, creando un área iluminada donde los habitantes pueden reunirse para disfrutar de momentos de radiación.
Este sistema transformó el ánimo de sus habitantes, quienes valoran el “sol robado” como un bien preciado con numerosos impactos positivos sobre la comunidad. “Queremos mostrarle al mundo que hemos logrado traer el sol a nuestra ciudad”, expresaba Øystein Harald Haugan, coordinador del Patrimonio Mundial en Rjukan, un sitio reconocido como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Capturando agua del aire en zonas áridas
En el otro extremo del espectro climático, las comunidades de regiones áridas y soleadas han enfrentado durante siglos el reto de conseguir agua potable. Una solución pionera en este ámbito son los atrapanieblas, una tecnología simple y de bajo costo que permite capturar el agua de la niebla en redes especiales.
En los años 50, el chileno Carlos Espinosa (1924-2022) diseñó los primeros prototipos de estas estructuras en el desierto de Atacama, una de las zonas más secas del planeta. “En los años 30, siendo niño, salía a jugar a las siete de la mañana en la salitrera María Elena, en el desierto de Atacama, porque después el calor era insoportable. Era verano y un día vi algo como motas de algodón en la pampa, que según los adultos era camanchaca, la neblina costera… pero cuando salió el sol desapareció”, relataba sobre los orígenes de los primeros atrapanieblas.
Espinosa, que fue profesor de física y matemática en la Universidad de Chile, continuaba su relato así: “Luego, en 1956, hubo una crisis de agua en Antofagasta y racionamiento. Debía tener para lavar a mis seis hijos chicos y prepararles comida, por lo que sacaba agua del mar, la hervía en la cocina y con una cacerola recogía el vapor de la tetera”.
Tras cuatro años de pruebas en el desierto, Espinosa patentó su invento en 1962. Más adelante, difundió su utilización gratuita mediante la UNESCO. “Nos decían locos, porque estábamos sacando agua donde no había”, insistía el investigador.
Grandes impactos en comunidades rurales
Los atrapanieblas funcionan gracias a redes que retienen las diminutas gotas de agua presentes en la niebla, que luego se condensan y fluyen hacia contenedores. Este sistema ha permitido a diversas comunidades rurales –como Antofagasta, la tierra natal de Espinosa– obtener agua potable.
Actualmente, los atrapanieblas se implementan en varios territorios con problemas hídricos del mundo, incluidos otros puntos de América Latina. Además de Chile, en Perú, Bolivia y Colombia, las comunidades rurales utilizan esta tecnología para abastecerse de agua y cultivar en terrenos donde la lluvia es escasa o el acceso es limitado por deficiencias de infraestructura.
Con proyectos colaborativos, el sistema ha evolucionado en alternativas variadas, eficientes y económicas. Un caso reciente es el del barrio San Luis, en Bogotá, Colombia. Allí, la comunidad, junto con organizaciones como Alsar Atelier, diseñó y construyó atrapanieblas para recolectar agua de niebla. Este prototipo capta agua para usos domésticos y riego, por lo es una herramienta que promueve la agricultura urbana en una zona sin acceso a sistemas municipales de agua.
Los impactos ya son notables: el sistema no requiere conocimientos avanzados ni materiales complejos, lo cual hace que esta solución sea replicable en otros lugares. El mecanismo ya permite recolectar 200 litros de agua por semana y facilitó el acceso de agua para los cultivos y la limpieza del barrio, mejorando tanto su seguridad alimentaria como su autonomía hídrica.
“El atrapanieblas, además de recolectar agua y servir como invernadero, también funciona como un ejemplo de innovación en construcción de baja tecnología en el barrio San Luis, familiarizando a los miembros de la comunidad con el material y promoviendo el uso de marcos de acero liviano en lugar de concreto y ladrillo”, señaló el arquitecto Alejandro Saldarriaga, fundador de Alsar Atelier.
El ingenio y la innovación en lo cotidiano
Otros dispositivos similares se han desarrollado para combatir la escasez de agua en zonas áridas. Por ejemplo, proyectos en zonas montañosas del Perú implementan versiones de los atrapanieblas que captan agua del aire, proporcionando un recurso vital para cultivos en áreas sin acceso a agua dulce.
Las soluciones como los atrapanieblas, los espejos solares y otros dispositivos creativos muestran cómo la combinación de ingenio y tecnología simple puede mejorar la calidad de vida de personas en diferentes partes del mundo. Cada innovación es una respuesta específica a las condiciones locales, pero su impacto resuena a nivel global.
Así, los desafíos cotidianos encuentran respuestas que, aunque pequeñas, ofrecen enormes beneficios, recordando que muchas veces las mejores soluciones no son las más complejas, sino las más accesibles y replicables.
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Imagen principal: Reflejo del espejo solar en Viganella, Italia. Fuente: Reuters
Redacción +COMUNIDAD.