ECONOMÍA DEL CONOCIMIENTO
Autogestión y biotecnología: un modelo educativo que impulsa el desarrollo en la región chaqueña

Desde su fundación en 1982, con dos galpones y recursos limitados, la Escuela de Educación Agropecuaria N° 13 de Resistencia se ha transformado en un centro pionero en biotecnología y economía del conocimiento. Hoy es una institución referente en capacitación laboral relacionada con la producción y comercialización de plantas ornamentales.

La historia de la Escuela de Educación Agropecuaria Nº 13, también conocida como Escuela de Jardinería, comenzó en abril de 1982. Con poco más que dos galpones y una idea clara —“enseñar a cultivar plantas”—, un pequeño equipo de profesionales agrónomos de Resistencia (Chaco, Argentina) puso en marcha una institución que, con el tiempo, se convirtió en un referente de biotecnología en la región. 

“No teníamos ni edificios ni bancos ni pizarrones. Nuestras primeras aulas fueron dos depósitos de carbón y leña”, recuerda el ingeniero José Ruchesi, líder del equipo fundador. Pese a las limitaciones iniciales, decidieron avanzar con un modelo de autogestión, vendiendo plantas ornamentales para financiar el crecimiento de la escuela. El establecimiento, por aquel entonces, estaba ubicado en un terreno cedido en comodato por la Municipalidad de Resistencia.

“La verdad es que nuestras primeras plantas no eran las mejores. Estaban en latas de aceite oxidadas y mal las podíamos vender”, relata el agrónomo. Pero pronto él y su equipo llegaron a un acuerdo que les permitió reinvertir constantemente en la mejora de la producción: “Por cada planta en lata que vendíamos, comprábamos dos macetas. Si la planta se veía más linda, se vendía más, obteníamos más dinero, y eso nos hizo crecer”. 

Esta estrategia de autogestión permitió que, durante la década del 90, la escuela recaudara los fondos necesarios para construir sus instalaciones sin recurrir a donaciones externas. “Todo lo hicimos por administración propia; no pedimos ni un balde de cal o arena”, destaca Ruchesi.

Hoy, la Escuela de Educación Agropecuaria Nº 13 de Chaco brinda cursos de capacitación laboral de ciclo corto a jóvenes y adultos que quieran emprender actividades relacionadas con la producción, el mantenimiento y la comercialización de plantas ornamentales. Los alumnos que asisten habitualmente provienen del interior de Chaco y de provincias vecinas como Corrientes, Formosa y Santa Fe. 

Además, el predio –que comenzó con una escasa superficie y hoy tiene 60.000 m²– cuenta con invernaderos de alta tecnología, tractores y un laboratorio especializado en cultivo de tejidos. Todo esto ha impulsado su proyección internacional y consolidado su posición como referente en la economía del conocimiento.

Escuela de Jardinería y biotecnología.
Capacitación laboral en la Escuela de Jardinería. Foto: Gobierno de Chaco. 

Un poco más de historia

La evolución de la institución fue gradual pero constante. Para el año 2000, ya contaba con un edificio propio y consolidado fruto de la reinversión y la autogestión. Años antes, la escuela había establecido sus primeros vínculos internacionales, iniciando intercambios de conocimientos sobre producción de plantas ornamentales con los Países Bajos y adquiriendo en España un invernadero diseñado para resistir condiciones climáticas adversas.

“Continuamos incorporando tecnología bajo la premisa de que el alumno debía aprender las técnicas de cultivo en función de las competencias requeridas. De este modo, transformamos todo nuestro plan de estudios en una sólida inversión para cada estudiante”, dice Ruchesi. 

En 2006, la escuela comenzó a impartir el curso de “Auxiliar en técnicas de cultivo in-vitro de plantas ornamentales”. Y, en 2013, dio un salto mayor con la creación de un laboratorio de biotecnología de 2.500 metros cuadrados, donde se llevan a cabo investigaciones en clonación y transformación genética de cultivos. Este laboratorio les permitió incorporar técnicas de micropropagación para producir plantas a gran escala, alcanzando una producción de más de 100.000 ejemplares al año.

“Decidimos crear nuestro propio laboratorio después de un viaje a Holanda, donde en un vivero no nos dejaron ver el laboratorio de biotecnología. Fue ahí donde dijimos: ‘Vamos a hacer uno acá’”, cuenta Ruchesi a modo de anécdota. 

Con la inauguración del laboratorio, la Escuela Agropecuaria Nº 13 también comenzó a colaborar con instituciones de investigación de renombre, como el CONICET, enfocándose en el desarrollo de cultivos más resistentes a la sequía y otras condiciones adversas. “Somos la primera escuela en el mundo que realiza transformaciones genéticas”, afirma Ruchesi. 

El conocimiento y el impacto en la comunidad 

El enfoque práctico de la escuela siempre estuvo orientado a brindar oportunidades laborales a jóvenes y adultos. Para ello, se vale de clases didáctico-productivas. Sus cursos de jardinería y producción de plantas ornamentales, así como las investigaciones sobre biotecnología, tienen como fin generar herramientas que mejoren la situación social de sus alumnos y de la comunidad local. 

Para Ruchesi, el conocimiento es la clave para transformar realidades. “Estamos llenos de recursos y, a la vez, llenos de personas que no tienen acceso a ellos. Lo que falta es darles conocimiento. Si conectamos esos recursos con las personas capacitadas, podemos cambiar su condición social”, expresa en diálogo con +COMUNIDAD. 

En sus 40 años de historia, la escuela ha formado a cientos de estudiantes, muchos de los cuales provienen de entornos vulnerables. Además, ofrece enseñanza técnica a otras instituciones. “Capacitamos a ingenieros agrónomos del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y a docentes de escuelas agropecuarias en técnicas de micropropagación y biotecnología”, ahonda el ingeniero. 

El conocimiento generado también busca promover el desarrollo regional en el Parque Chaqueño, una de las áreas de mayor biodiversidad del mundo. Ruchesi señala la importancia de aprovechar los recursos locales de manera sostenible: “Necesitamos investigadores y conocimiento para que la gente se integre a la producción o a la prestación de servicios de manera eficiente”.

El agrónomo también subraya la importancia de que Argentina continúe desarrollando su potencial en la producción de alimentos, un sector en el que el país tiene un papel destacado a nivel mundial. “La biotecnología juega un papel fundamental para que nos vaya mejor. Necesitamos tener soberanía genética”, reflexiona. 

Laboratorio en la escuela. Foto: Economía & Viveros.

Hacia el futuro: biotecnología y expansión

La trayectoria de la Escuela Nº 13 trasciende las fronteras locales. Su modelo de autogestión, su enfoque en la biotecnología y su compromiso con la formación técnica han ganado reconocimiento nacional e internacional. 

El laboratorio de biotecnología es hoy un referente en el campo de las investigaciones biotecnológicas y en la producción de plantas ornamentales a gran escala. En el presente, incluso, evalúan un marco de cooperación con China para vender árboles de clima frío capaces de absorber el smog en Beijing durante el invierno.

La transferencia del conocimiento, entonces, se posiciona como una herramienta de valor para impulsar el desarrollo local. “Necesitamos investigadores para que se desarrolle la tecnología en función de los recursos y que se incorpore la gente. ¿Y qué hace falta para eso? Conocimiento”, insiste Ruchesi. Y concluye: “Si soy capaz de generar una planta a partir de una célula cero, puedo transformar un país lleno de recursos y oportunidades desaprovechadas”.

Biotecnología.
Capacitación laboral en la Escuela de Jardinería, a cargo de Ruchesi. Foto: Gobierno de Chaco. 

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Foto principal: Gobierno del Chaco. 
Redacción +COMUNIDAD