RESILIENCIA URBANA
“Primero las ciudades deben garantizar lo básico para la vivienda”

Debemos enfocarnos en garantizar que todos puedan vivir en viviendas ambientalmente confortables, fuera de riesgos de inundaciones y deslizamientos, y conectadas al saneamiento básico.

Vivienda

Por Guilherme Rocha Formicki (*)

Con lluvias cada vez más intensas y olas de calor más frecuentes, el debate sobre la necesidad de transformar nuestras ciudades en lugares más resilientes ante el cambio climático ha ganado fuerza. Otro debate, el de las ciudades sostenibles, es más antiguo y cobra nuevo impulso con los eventos climáticos recientes observados en Brasil, como la ola de calor de fines de 2023 que afectó a más de 2.700 municipios en unos 15 estados y la tormenta del 3 de noviembre de 2023 que golpeó a São Paulo, dejando a miles de hogares sin luz durante días.

Todas estas discusiones tratan sobre la urgencia de alcanzar un nuevo y más sofisticado nivel en nuestras ciudades. Hablamos de inversiones multimillonarias en el soterramiento de cables, discutimos la compra de autobuses eléctricos y abordamos muchas otras medidas necesarias, pero costosas. 

Defiendo que, además de todos estos pasos, debemos centrarnos en garantizar que todos puedan vivir en viviendas ambientalmente cómodas, fuera del riesgo de inundaciones y deslizamientos, y conectadas al saneamiento básico. Las ciudades resilientes y sostenibles son aquellas que, por encima de todo, ofrecen viviendas dignas a todos sus residentes.

Vivienda digna: una puerta a otros derechos

Ciertamente, ofrecer una vivienda digna para todo el mundo es una política pública costosa y compleja. Una tarea casi imposible. Pero debemos empezar por algún lugar. Recordemos que todos necesitan un lugar para vivir. Además, la vivienda abre la puerta a otros derechos. Por ejemplo, tener un código postal permite recibir correspondencia y paquetes. Vivir en una casa con buena ventilación e iluminación natural fomenta el aprendizaje de un niño al hacer sus tareas escolares.

Necesitamos garantizar lo básico. Las ciudades más resilientes y sostenibles deben ofrecer casas y barrios donde se pueda vivir con dignidad. Cuando miramos a los millones de personas que habitan favelas y otros asentamientos precarios en Brasil, notamos que nuestras ciudades no ofrecen este mínimo indispensable.

Vivienda
Urbanización de Paraisópolis en São Paulo. Foto: Fábio Knoll, Revista Projeto, 2011. 

La experiencia de São Paulo

A principios de los años 2010, la ciudad de São Paulo implementó una política habitacional que intentaba lograr lo esencial. El Programa de Urbanización de Favelas no era una política exclusivamente habitacional. En su ámbito, se incluía el tratamiento de los arroyos que cruzan las favelas, la reubicación de viviendas en áreas de riesgo (con la previsión de relocalización definitiva en la propia comunidad o en sus cercanías) y la instalación de ciclovías donde el espacio físico lo permitía, entre otras acciones que iban más allá de la vivienda estrictamente.

La priorización de las favelas y sus arroyos en función de la subcuenca hidrográfica en la que se encontraban daba también una lógica ambiental a las intervenciones. El reconocimiento de que algunas familias corrían riesgos inminentes de que sus casas fueran arrasadas por inundaciones o afectadas por deslizamientos llevó a la priorización de esas familias en la asignación de una nueva vivienda. 

La consolidación de las demás casas (mejorando los callejones adyacentes, instalando postes de luz en las calles, etc.) partía del supuesto de que no había recursos suficientes para construir nuevas viviendas para todos los residentes (que, a menudo, no tenían interés en mudarse a conjuntos habitacionales lejos de su comunidad original). Entonces, se buscaba mejorar sus condiciones habitacionales.

Urbanización de favelas en São Paulo. Foto: Divulgação CDHU/Habitação, 2019. 

Lecciones de un programa imperfecto pero necesario

Es claro que podría haber sido mejor. Faltó que el gobierno incentivara las reformas de las casas en áreas consolidadas, la llamada mejora habitacional. Faltó evitar que las orillas de los arroyos fueran reocupadas por las familias más vulnerables. Y faltó proporcionar viviendas a todas las personas desplazadas, muchas de las cuales llevan años en alquiler social.

Pero el Programa de Urbanización fue al menos un intento de ofrecer lo básico a decenas de miles de familias. Y de hacer que sus comunidades fueran más habitables, más resilientes a las lluvias y más saludables desde el punto de vista del saneamiento.

Hoy en día, se habla mucho de los programas ‘Minha Casa, Minha Vida‘ y ‘Pode Entrar‘. Es claro que deben implementarse. Pero deben integrarse en planes intersectoriales para mitigar los efectos del cambio climático. Deben precisar que nuestras ciudades contaminen menos. Y, antes que nada, necesitan garantizar lo básico.

(*) Guilherme Rocha Formicki es doctorando en Planificación Urbana y Regional en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de São Paulo (FAU USP) e investigador del Instituto de Investigación Económica Aplicada (IPEA). Arquitecto y urbanista, también formado en la FAU USP, cursó una maestría en Planificación Urbana en la Universidad de Columbia. Allí, recibió el premio Charles Abrams por su tesis, que mostró un mayor compromiso con la justicia social. Guilherme trabajó en la Secretaría Municipal de Vivienda de São Paulo entre 2014 y 2016, participando en la urbanización de siete favelas en las zonas sur y oeste de la ciudad.

El artículo fue publicado originalmente en portugués en NexoJornal. Guilherme Rocha Formicki autorizó a +COMUNIDAD su traducción y publicación. 

Imagen principal ilustrativa: Freepik.